miércoles, 29 de octubre de 2008

De entre los muertos

Hoy me encargaré yo misma de comprar las flores, dijo mi amiga Elvira en 1985 y no volví a saber nada de ella hasta ayer por la tarde.
Hay hombres que van a comprar tabaco y nunca vuelven, mi amiga nunca fumó nada que se vendiera en los estancos. Así que desde aquel año su familia no miró los puestos de floristas con esa expresión atontada que suele tener la gente cuando pasa junto a ellos; esa mirada que habla de visitas de hospital, enamorados y lápidas.
La droga se llevó a muchos, otros se fueron por el sida, pero sólo Elvira desapareció por las flores.
El caso es que ayer cuando me tropecé con aquella señora aún joven y vestida de mujer a la que no le importa lo que se pone no la reconocí y cuando me preguntó si no era yo Abelardo no atiné a pensar más que debía de tratarse de una turbia amistad mía de los tiempos del derroche y las tiranías de la mala vida. Una vez aclarada la situación me explicó que su madre no le dirigía la palabra porque una cosa es entrar en las fiestas sin ser invitado y otra presentarse en la vida sin avisar.
Veinte años no dan para nada, según ella, sobre todo si uno se dedica a drogarse y a convertirse en un vademecum de enfermedades venéreas. Todos los países, todos los hombres: los que pagaban y los que cobraban, todas las mujeres: las más estúpidamente caprichosas, las más oscuras viciosas y hasta alguna santa no habían servido para que mi amiga dejara de aburrirse allí donde estuviera. Decidió volver a ser Elvira veinte años más tarde de la misma manera que Lola Herrera decidió volver a meter a Mario en el cajón para atormentarlo con insultos e inconveniencias cuando el pobre hacía mucho que descansaba en paz.
Después de contarme tantas cosas en apariencia irreconciliables, tanto que no sé qué habrá sido verdad y qué se habrá inventado, me contestó a mi pregunta: ¿ A qué has vuelto?
- Quiero saber cómo habría sido mi vida si me hubiera quedado.
Y lo dijo serenamente mientras encendía un cigarrillo, con menos emoción de la que pone un dentista al avisarte de que tienes una caries. Me miró y me sentí radiografiado y juzgado silenciosamente. La sentencia fue claramente condenatoria. Se levantó y añadió a modo de despedida:
- Deberías de pensar en qué podrías haberte convertido si te hubieras ido.
No pagó el café. Hay cosas, que muy a su pesar, no ha podido cambiar.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Meditación

Una de las cosas buenas de ir a la peluquería es que uno puede leer revistas del corazón impunemente. Así que yo voy todos los meses a una muy concurrida en la que te hacen esperar lo suficiente como para que te las leas todas y arranques, si es preciso las páginas en las que se habla de tus amistades. Me gusta coleccionar esos pequeños fragmentos de la realidad de los otros, con el tiempo hago eso que tanto duele y que es decirle a alguien que en el Hola del 15 de junio del 83 sostenía otra cosa muy distinta: que su marido era un gran amante y un hombre generoso, aunque todos sepamos aquello de que a un hombre no se le conoce hasta que una se divorcia de él.
Así que entre vapores de tinte, esmalte de uñas, secadores y la cháchara de las peluqueras nadie notó los pequeños grititos que profería cada vez que me encontraba alguna de sus fotos, porque queridas mías allí estabais mis adoradas Beverly y la siempre tan natural Carolina Jesusa. Se ve que a esa gala benéfica sólo van las nuevas ricas sin estilo o las pobres de siempre con poca vergüenza.
Estuve tomando notas de las cosas que pude ver que quizá os ayudaran a salir mejor paradas en otra ocasión.
A las fiestas benéficas no se lleva la diadema de brillantes. Eso va por las dos, que parecíais el chino ese que va por la noche por los bares con una tiara de luces.
Carolina, los tirantes de silicona son transparentes pero no invisibles, nunca, pero nunca, nunca te los pongas con un palabra de honor. Es más, ese palabra de honor quémalo y mándaselo en un sobre con la factura devuelta al que te lo vendió.
Beverly, amor mío, la decisión de ponerse unos pantalones para una cosa así es muy respetable. Las faldas no son obligatorias, eso si, si lo haces procura que el pantalón no sea más ajustado que las bragas. Por cierto, que consigas meterte en una talla 38 no significa que tu talla sea la 38, este equívoco puede ser muy peligroso con tejidos elásticos como el que llevabas. Y otra cosa, asegúrate de que antes de salir del hotel te ves en un espejo por la espalda, te sorprendería lo que los demás se encuentran de frente, especialmente los que te siguen cuando subes las escaleras.
Tomad estos amuletos que os entrego y cuando vayáis a vestiros leed la inscripción del dorso: lo feo si brilla dos veces feo.
Yo sé, queridas mías que parte de vuestro charm es que no os importa demasiado lo que se diga de vosotras, pero hacedlo por mí, porque me sentí tan abochornado que tuve que decir lo que pensaba en voz alta y ahora las peluqueras me tienen miedo.
Yo no entiendo como la gente puede pagar esos precios por estas revistas que hablan de la vida de personas que ni conoce ni comprende, cosas tan interesantes para ellos como para nosotros ver fotos de mi Cheslón comprando ropa interior.

jueves, 9 de octubre de 2008

Pobrecita Shahra.

Tooodo un regalo del cielo esta Moxie que nos envía Felicity. Tan detallista es la condesa ahora que está en la cárcel y no necesita asistente personal que me invita a la suya. Ya casi no queda gente con clase fuera de las cárceles, dentro de poco yo mismo estaré en alguna, espero que sea de cinco estrellas porque no podría soportar la idea de que me vinieran a visitar a uno de esos cuartos partidos con un cristal antibalas y un telefonillo, muevo demasiado las muñecas para poder hablar por un auricular de esos.
Espero que la Condesa tenga la suerte de que le lleven a Shahra a la misma penitenciaría, seguro que se lo pasarán fetén hablando de los buenos tiempos.
A la pobre Shahra la han pillado con todo el montante y lo peor no es que la metan seis años en la cárcel, es que le han encontrado el escondrijo donde tenía guardados todos sus tesoros.
Cuando abrí el periódico y leí “la aristócrata ladrona” pensé que era un retrato de un tipo de mujer muy común, pero casi caigo al suelo al seguir con el artículo y leer: Shahra Marsh compraba joyas, arte y ropa de Dior con cheques sin fondo .
Terrible, ya nadie está a salvo.
La pobrecilla creció rodeada de cosas carísimas y bellísimas y la caída del Sha Reza Pahlevi sumió a su familia en la ruina. Un matrimonio con un inglés y luego nada. Nada de nada, si la clase, el estilo y el saber estar de la desdichada Shahra se puede considerar nada.
Ella hizo lo único que podía hacer: seguir como si tal cosa y pagando con cheques sin fondos, como hacemos el resto. Y con ese perfecto francés, la ropa de alta costura y los pedruscos que lleva ella a diario a ver quien le dice que espere a llevarse el Monet de Sotheby’s porque tienen que formalizar el pago y arriesgarse a que ella les dijera que se lo metieran por la ranura negra.
Y la pobrecita mía no vendía nada, todo lo tenía guardado para mirarlo y volver a sentirse en su palacio de Teherán. Si es que es injusto y lo digo con las lentillas empañadas por la pena, que una mujer educada para el buen gusto, para lo que es bello y es bueno, sea juzgada y condenada como una ratera, como una vulgar choriza de baja estofa. No.¡No es justo, ni es honesto, y yo levanto mi atenorada voz para gritar: Fridum for Shahra Silvia Marsh de Savigny ( que es su nombre completo porque se lo completó ella). Fridum for ol de pipol dat nids de biuti for surbaibin!
Propongo que nos pongamos nuestros Armanis negros y nuestras Guchis de sol y sigamos comiendo pastelitos de estos que nos han traído hoy que están buenísimos, que los hacen las Carmelitas, o perras de Dios como dicen llamarse ellas, por lo de canis Dei, que por muy religioso que les suene no deja de parecer un grupo de rockeras del Matalascañas de los años ochenta.Buenísimos los pasteles, un poco pringosos, pero son una exquisitez, ¿no les parece?, miren estos empiñonados son bocati di cardinale.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Misterioso intento de asesinato en el salón de Abelardo.

Vuelvo a estar con todos ustedes tras días de convalecencia. Sólo uno de los convocados aquí hoy sabe el motivo que me retuvo allá arriba, postrado en mi cama. Cuando termine esta sesión todos debemos de tener la certeza de quien ha sido el que ha intentado asesinarme.
La última tarde, disertábamos tranquilamente sobre algunas naderías de vital importancia en ese preciso momento. Discutíamos invadidos por el usual fervor inapetente acerca de vacas, amoríos principescos, yardas de terciopelos rosas y cebras en Malibú, minimalismo, Feng shui… tomábamos café y pastelitos de toda confianza elaborados por esa tierna criatura que tengo encadenada en la cocina, cuando alguien sin que los demás nos diéramos cuenta sustituyó la cucharilla de plata de mi café por una de acero inoxidable.
No fue ni un error ni una casualidad, porque en esta casa ni hay ni ha habido jamás cucharillas de acero inoxidable. Quien fuera que la colocó en mi taza la trajo del exterior y no lo hizo sin una intención muy concreta: sabía a ciencia cierta que soy terriblemente alérgico a cualquier metal plebeyo, que mis empastes son de oro y hasta las griferías del baño son de platino; que siempre que salgo de casa llevo puestos mis guantes de cabritillo y que no me los quito hasta que no vuelvo a estar en mi seguro refugio. El o la culpable sabía perfectamente mis costumbres y que si bebía de aquella taza moriría irremisiblemente. Afortunadamente aquel impresentable amigo de Nati irrumpió en el salón balbuceando estupideces intentando buscarse un sitio en un lugar al que no pertenece ni ha pertenecido jamás y a mí, antes aún de haberle agradecido su propósito no expresado abiertamente de no volver por mi casa, se me cayó la taza al suelo quedándome con la cuchara en la mano.
Alergia de contacto por vía digital fue el diagnóstico del comité de sabios de bata blanca.
No estaré seguro hasta que no desenmascare al culpable y le haga pagar por ello, mi vida sigue en peligro, rodeado como estoy de objetos metálicos y con un Judas agazapado en la sombra. Quien sabe si me regalará un anillo de oro de imitación, o si colocará un pomo de bronce en alguna puerta. Vivo en una constante amenaza.

¿Beverly? No parece probable, no es lo suficientemente inteligente como para haberse dado cuenta de que no me gustaron sus cortinas y desde luego no intentaría matarme aunque sólo fuera por el placer de verme envejecer.
¿La Princesa de Ensidesa? Parecía demasiado ocupada en demostrarnos la inteligencia que no heredó de su madre como para ocuparse en nada más.
¿Máxima de Holanda? Demasiados escándalos para verse envuelta en un asesinato.
¿Sara Mandra? Quizá, parecía un poco afecta al Feng shui… tan parca en sus palabras…
¿Carolina Jesusa? Quizá podría querer llevar a la tumba a quien conoce los oscuros secretos de tan augusta dama cuando aún andaba con madreñas.
¿Lolabizz?¿puede pensar Lolabizz en algo que no sea en sí misma?
¿Mi propia hermana Hildegard? ¿Sería tan dulce y compasiva como para darme una muerte tan rápida?
¿Alguien vio algo? ¿Alguien puede aportar algo de luz a este misterio?
¿Qué estaban haciendo momentos antes de que yo cayera inconsciente? ¿ Qué hicieron cuando yo ya no pude verlos?

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